Como predije, el candidato demócrata Barack Hussein Obama ganó las elecciones del 4 de noviembre, y se convertirá en el 44º presidente de Estados Unidos.
Varios fueron los factores que explican la amplia victoria de Obama sobre el republicano John McCain: el agravamiento de la crisis financiera y económica norteamericana que empezó a extenderse al resto del mundo (Alemania y Japón han entrado en recesión), llevó a un aumento significativo de la participación juvenil y otros sectores que permitió a Obama ganar no sólo los estados donde los demócratas tienden a ser apoyados, sino también estados indecisos como Florida, Ohio, Virgina, Nuevo México y Nevada.
Otros factores que también contaron fueron la muy mala imagen de la gestión del presidente George W. Bush, así como la notable falta de preparación de Sarah Palin para ser candidata a la vicepresidencia (ella pensaba que África era una nación y no un continente…).
Obama tiene ante sí un reto formidable: cumplir con las altas expectativas creadas en los diversos grupos sociales que le apoyaron incondicionalmente, en particular, los afro americanos y los hispanos, grupos que votaron mayoritariamente en su favor. No será fácil esta tarea, en la medida en que la crisis económica empieza a profundizarse.
Fue notable el discurso de “concesión” de John McCain en el cual aceptó su derrota la misma noche de las elecciones, aún antes que hubiera terminado el proceso de contar los votos. McCain pidió a sus renuentes seguidores que apoyen al presidente electo Obama. Este gesto fue muy significativo en la medida en que el candidato perdedor no puso excusas para aceptar su derrota ni regateó su apoyo para el éxito del nuevo presidente, pues éste será el de toda la Nación.
Esta actitud de unidad ayudaría mucho en México, pero tenemos políticos egoístas que anteponen sus intereses personales a los del país.
Nota: columna publicada en Playas Hoy, correspondiente a diciembre de 2008
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