Artículo publicado en Playas Hoy en su edición de marzo de 2009, gracias a la generosidad de Don Antonio Lozano.
En mi anterior colaboración comentaba que Tijuana es una ciudad fracturada por el narcotráfico y la violencia; ahora agrego que la ciudad es mal vista en el exterior, aún por quienes nunca la han visitado, y reducen a Tijuana a los lugares esteriotipados en las películas y novelas como el callejón de la “Cahuila”. Estas personas comparten su poco o nulo aprecio por una ciudad que posee una calidad y riqueza humana que merecen difundirse.
Es lamentable que esa visión y actitud sean compartidas por personas que han hecho su vida, han visto crecer su familia y su patrimonio en Tijuana, pero que no se sienten tijuanenses. Difícilmente olvidaré cuando hace unos años una persona me dijo que él no se sentía tijuanense, sino del lugar donde había nacido, y que iba a llevar a ese estado a su esposa embarazada para que diera a luz a su hijo, como lo había hecho con sus anteriores hijos.
He platicado con tijuanenses originarios de la ciudad y creen que no hay nada que hacer; no obstante que ellos quieren mucho a la ciudad y se sienten orgullosos de vivir en Tijuana, ante tanta gente que se comporta mal, tira basura, desperdicia agua, no respeta reglas básicas de convivencia, tiran la toalla y creen que la ciudad no tiene remedio.
¿Qué hacer? Debemos empezar a amar a esta ciudad; puedo preguntarle a usted, amigo lector o amiga lectora: ¿se considera usted tijuanense, independientemente del lugar donde haya nacido? Yo en lo personal, sí, si me siento tijuanense. El asumir esa condición es un primer paso para amar y querer a Tijuana, ciudad que es tan generosa, que nos ha acogido a quienes hemos venido de lejos (y no hay tijuanenses menores porque nacimos fuera). Es tiempo de empezar a sentir orgullo por vivir aquí.
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Hace 9 años
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