El título de esta columna es el de un blog que reflexiona en torno a las consecuencias del asesinato de un afroamericano en el metro de San Francisco, California, a principios de año; pese a que el muchacho estaba sometido, un policía le disparó a quema ropa; la escena fue difundida ampliamente, y desató una fuerte indignación y disturbios violentos en Oakland, así como a expresiones tales como “es Oakland, después de todo”, que indican el poco aprecio foráneo por esa ciudad “violenta”.
Esta blogera reconoció que Oakland es una ciudad segregada en términos económicos; hay algunos sitios peligrosos, y una cultura de la violencia y de la muerte arraigada entre los afroamericanos, pero que ellos también luchan por salir adelante, como el joven asesinado, que trabajaba en su tienda favorita; ella pregunta ¿por qué tenemos tanta desconfianza de nuestra comunidad? y ¿cómo podemos construir una ciudad donde la cultura de la violencia sea sólo una lejana memoria?
La autora considera que Oakland tiene los elementos para transformarse; ahí conviven personas diferentes y diversas, y hay su vida cotidiana permite a sus habitantes disfrutar de un montón de lugares agradables y reconfortantes donde pasar su tiempo libre: cafeterías, restaurantes, museos, monumentos; hay eventos, celebraciones, fiestas vecinales, conciertos, todo lo que alienta una buena calidad de vida.
Ella y su esposo han escogido vivir en Oakland porque es el único lugar que imagina vale la pena vivir; cree en esa ciudad, en su gran potencial, pero necesita superar la espiral de odio y la violencia para reconstruir la confianza y crear una comunidad unida.
No pude dejar de pensar en Tijuana al leer este blog; también somos una ciudad fracturada por el narcotráfico, pero debemos recordar que tenemos lugares hermosos donde convivimos, y esforzarnos en crear una comunidad unidad que supere la actual violencia.
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